lunes, 26 de febrero de 2018

Salud pública: pagar por debajo de la mesa


Luego de tres meses tramitando un turno médico para ver un especialista en angiología, haber regalado medio saco de malanga y un pernil de puerco, la doctora de un policlínico en Artemisa, a unos 60 kilómetros de La Habana, le dijo al campesino Ramón, que le había conseguido una consulta “con uno de los mejores angiólogos de Cuba”.

Desde hace más de un año a Ramón se le inflaman las piernas y los brazos. “Me han realizado varias pruebas médicas y no aparece nada. El dolor es de ampanga y me limita mucho a la hora de trabajar en el surco. Entonces me resolvieron un turno con un angiólogo estrella en La Habana, pa’que determinara mi problema”.

Se levantó a las cuatro de la madrugada, y tras empinarse un poco de café recién colado en un jarro de aluminio y desayunar pan con tortilla y yogurt natural, emprendió la travesía hacia la capital. Por las carencias del transporte público, el viaje se convirtió en una aventura a lo Indiana Jones.

Así y todo, al filo de las siete de la mañana llegó a La Covadonga, un hospital con jardines amplios y edificios de puntales altos. “Ese día el especialista no fue. Me citaron pa’otro día y tampoco consultó. Al fin pude verlo la tercera vez que fui a La Habana. Luego del ‘regalito’ (dos ristras de cebollas, tres kilogramos de queso blanco y un billete de veinte pesos convertibles doblado- el hombre se puso pa' las cosas”, cuenta risueño Ramón.

A partir de entonces, su salud ha mejorado y la atención del ‘angiólogo estrella’ ahora personalizada. “A cada rato viene a la finca a cargar limones, naranja agria y un saquito de papas. Ya es como de la familia”, indica el campesino artemiseño.

La atención médica en Cuba es gratuita y universal. Pero debido a la perpetua crisis económica que se vive en la Isla y la inflación camuflada por la doble moneda, incluso el sueldo más elevado del país, como es el caso de los médicos, se evapora en comprar viandas, frutas y unas libras de carne de cerdo.

Desde que cerró el grifo de petróleo del Cáucaso y el Kremlin renunció a girar un cheque en blanco al Palacio de la Revolución, las finanzas cubanas se contrajeron, la economía cayó en picada y Cuba aterrizó de manera forzosa en una etapa de decadencias y penurias.

Pocos planes económicos se cumplen. Y el salario es un chiste de Pepito. Entonces, ‘el esforzado ejército de batas blancas’, como les denominó Fidel Castro, comenzó el trueque de 'regalos’ a cambio de una mejor atención.

En un principio, los obsequios solían ser un pan con jamón y queso y una lata de refresco de cola. Usted observaba en las consultas decenas de jabas de nailon con meriendas para los médicos.

Daisy, dermatóloga, recuerda que “en un turno de trabajo me llegaron a regalar catorce o quince meriendas. Yo vendía algunas en el barrio a veinte pesos. Con las otras, garantizaba el desayuno de la familia. Pero de un tiempo acá, los buenos pacientes, te regalan cosas mejores o dinero”.

Los pacientes más codiciados son los cubanos radicados en Estados Unidos. “Hace dos semanas vinieron dos cubanos que viven en Miami para arreglarse la boca. Tuve cinco sesiones de trabajo con cada uno. Al final me dieron 150 cuc por cabeza. Con ellos resolví los gastos por el fin de año”, confiesa un estomatólogo.

Ese canje en especie o metálico ha generado desigualdades notables en el trato de los especialistas. “Es más fácil ver un ministro que a un alergista. Le he dado la vuelta a toda la ciudad en busca de uno. O están de misión médica en el extranjero o pasando una maestría. Cuesta un mundo cogerle la chapa. Van a la consulta una o dos horas o no se aparecen. Tienen pacientes fijos que les regalan desde perniles de puerco a teléfonos inteligentes. Por el camino que vamos, es mejor que el gobierno comience a cobrar la salud pública”, comenta Osmel, obrero metalúrgico.

De manera simbólica, en algunos hospitales y policlínicos, el Estado le entrega al paciente una imitación de factura del costo real que tiene su tratamiento. “Es una forma de concientizar al paciente, así conoce de los gastos del gobierno para tener una salud gratuita y al alcance de todos”, explica una dirigente del sindicato en un policlínico habanero.

Otto, taxista privado, considera que esas facturas imaginarias son un globo de ensayo. “Para que la gente se vaya acostumbrado que lo único gratis en el mundo es la lluvia que cae del cielo. Yo voto por que comiencen a cobrar la salud pública. El gobierno dice que gasta el 30 por ciento del PIB y mira lo mala que está. Conseguir un buen doctor es como sacarse un parlé y cada día hay más carencias de medicinas en las farmacias”.

Ya un segmento amplio de especialistas ha montado un negocio por la izquierda con las consultas médicas. Una buena atención a cambio de regalos. Preferiblemente pesos cubanos convertibles.

Iván García

Foto: Paciente de 66 años con un cuadro de deshidratación, esperando a ser atendido en el cuerpo de guardia del hospital universitario Calixto García, en La Habana. Tomada de Lo que se oculta sobre la medicina cubana.

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