miércoles, 21 de febrero de 2018

La odisea del 4 de junio de 1994 (VIII y final)



Dejaron de disparar contra el casco y el puente. Esto nos sorprendió al tiempo que veíamos como también dejaban de seguir intentando saltar ya que era casi imposible hacerlo desde su barco hacia el nuestro, debido al contínuo movimiento provocado por el mal tiempo y porque el nuestro era más alto que el de ellos.

Esa incertidumbre nos hacía perder la calma. Una situación inesperada. ¿Qué iban a hacer estos sicarios con esas sogas? Los anhelos de libertad ya se habían afianzado dentro de cada uno de nosotros y estábamos seguros de que la libertad estaba cada vez más cercana. Pero la esperanza se podía desplomar en un abrir y cerrar de ojos, al percatarme de que los guardias estaban bien adiestrados y físicamente nos superaban.

De pronto, los dos guardacostas cubanos se separan de nosotros y avanzan unos 800 pies delante de nuestra embarcación y empiezan a soltar la soga con las boyas entre los dos guardacostas cubanos a medida que se iban separando, para que la soga quedara flotando atravesada delante de nuestro barco. Fue entonces cuando comprendimos el plan de estos malditos. Estaban tratando de que se enredaran las propelas de nuestra embarcación cuando pasáramos por encima de la soga, las aspas succionarían la soga enredándola en la propela.

¿Qué vamos a hacer?, le preguntábamos a Mario, el patrón. "Si pasamos nos vamos a enredar", dijo un muchacho que se encontraba en el grupo reunido en la proa junto a Mario, donde también estaba la gran mayoría de los ocupantes del Bedia Morales, para desde allí observar lo que estaban haciendo los guardias en sus embarcaciones que permanecían iluminadas. La imagen de las sogas con las boyas nos provocaba un sentimiento desconcertante.

El mismo sentimiento que tuvimos cuando el barco giró a tierra después de que hirieran a Andrés. Desde entonces, no me había sentido igual. Sentí las lágrimas correr por mis mejillas, la impotencia me había llevado al punto de quebrantar mi voluntad, por no poder hacer nada al ver que ahora sí nos podían detener y la hora de morir estaba cerca. En ese instante, Mario, apresuradamente, sube por la escalera hacia el puente de mando. Se le había ocurrido algo, los que estábamos junto a él lo seguimos.

Una vez en el interior del puente, frente al timón que sujetaba Elio, que aún permanecía extendido en el suelo, Mario dijo: "Elio, dame un chance, déjame hacer algo que se me ocurrió". Mario agarra el timón mientras toma las dos pequeñas palancas de los aceleradores y las empuja hacia adelante, acelerando al máximo los motores que rugieron como leones enfurecidos, soltando bocanadas de humo negro por las salidas de sus escapes,

Entonces Mario, con una suspicaz sonrisa, ordena: "Cuando vayamos a pasar las sogas, ponemos en neutro los motores para que no giren las propelas y no nos enredemos. Vamos a aprovechar la inercia que lleva el barco para pasar por encima de la soga sin necesidad de que las propelas estén girando, para que no se enreden".

Sigue hablando y le explica a la gente, a la que le volvió el corazón al cuerpo. La esperanza volvió a renacer. Mario se mantuvo en el timón mientras nos acercábamos a la soga. Desde el puente veo a los guardacostas cubanos, noto una profunda confianza entre los oficiales de las embarcaciones castristas, quienes se reían a carcajadas al tiempo que nos observaban con binoculares, recostados a la baranda de la cubierta de sus embarcaciones.

Esperaban el momento en que pasáramos por encima de las sogas. Se veían felices y triunfantes, se daban palmaditas en las espaldas, felicitándose por el esperado éxito que iban a tener. Sabe dios que estarían diciendo de nosotros. Estaban celebrando de antemano de que no nos podíamos escapar de la trampa flotante que habían preparado.

Miro de nuevo a Mario y en su rostro veo la esperanza y la certeza de que todo iba a salir bien. Expresiones que delataban un profundo optimismo. En ese momento, cuando a la proa de nuestro buque le faltaba casi nada para llegar a la línea que conformaba la soga con las boyas, Mario mueve los dos aceleradores y los pone en la posición de neutro. El arenero pierde potencia, pero se mantiene moviéndose hacia adelante. Ya la proa empieza a pasar por encima de la soga que iba quedando debajo del casco del barco. Todos cruzamos los dedos.

Se sentían las boyas chocando con el casco mientras se movían por debajo del fondo de la embarcación. Los nervios se dispararon, la adrenalina también. Estábamos todos esperando lo peor cuando de pronto la soga y las boyas saltan en la superficie del agua que está quedando a popa. Murara, el maquinista que estaba en la popa vigilando, grita: "La soga pasó, pasó sin dificultad". Nos abrazamos. Era tanta la euforia que empezamos a gritar y brincar.

Mario inclinó suavemente los dos aceleradores hacia delante y sentimos cómo la potencia de los motores movía de nuevo el moto arenero. Entre gritos y abrazos, a lo lejos vi cómo se retorcían de ira los comunistas, al fallarle su plan. Uno de los oficiales le dio un fuerte puñetazo a la baranda. Lo de la soga con boyas se repitió una y otra vez hasta que cambiaron la estrategia por una red de pesca con el tejido bien grande, con sogas gruesas y boyas.

Mario le dice a Portuondo: "Deja caer un poco el ancla de popa a ver si enganchamos la red o la soga". Portuondo corriendo, sin perder tiempo, va al winche de popa y lo libera poco a poco hasta que el ancla va hundiéndose arrastras detrás del barco, hasta quedar sumergida lo suficiente para enganchar la red. Es cuando el oficial de uno de los guardacostas cubanos que nos estaba observando por los binoculares, a través de un altoparlante que tenía en la mano, le grita a los marineros que recogieran la red del agua. Se dio cuenta de nuestra maniobra y sabía que podíamos enganchar la malla con el ancla.

Esa actitud del oficial de los guardacostas cubanos era una clara señal de que sus esfuerzos por detenernos estaban siendo frustrados. Y que nuestras agilidades y habilidades nos ponía a la par de ellos. Eran jugadas tras jugadas, como las simultáneas en el ajedrez, donde tienes que jugar contra varios tableros, y esos tableros eran ellos, los esbirros de los Castro, que tuvieron que estar cambiando su estrategia por tal de detenernos. Ya no nos disparaban. De vez en cuando se nos arrimaban y nos lanzaban cuanta basura encontraban en su barco, destornilladores, pedazos de madera, alguna que otra granada de humo... El parque se les iban acabando. Ahora lanzaban también casquillos de los proyectiles de calibre 50. Las municiones que les quedaban, las gastaron lanzándolas al casco de nuestra embarcación.

Mientras tanto, las comunicaciones se mantenían con los radioaficionados y las autoridades marítimas de Estados Unidos. HP1-DAV, la naval, preguntó quién estaba manejando la nave. Se transmitió de inmediato a la moto arenera y respondieron que el segundo timonel, que estaba herido cerca de los testículos, sangraba mucho y desde el piso, con una sola mano, mantenía el timón del barco. Los otros dos heridos se habían desagrandado tanto que estaban completamente blancos y habían perdido el conocimiento. Al conocer esas noticias, de Miami salió una móvil aérea de Hermanos al Rescate (M/A) en la cual se encontraba la estación KB4-TFF (Osvaldo). También se estaba movilizándose a los guardacostas de USA. La M/M reportó que llevaban unas 4 horas y media de navegación y se encontrarían a 30 o 35 millas del puerto del Mariel. Se continuó reportando sobre los heridos, cuya situación cada vez era más crítica. También se comunicó que había perdido contacto visual con las cañoneras cubanas y desconocía el rumbo que llevaba en ese momento, por las averías en los instrumentos de navegación.

La Naval interroga telefónicamente a través de HP1-DAV, que pregunta mediante la estación de radio a HP8-DCF si podían dar las coordenadas correctas de Longitud y Latitud del barco. La M/M reporta que no pueden dar esa información por tener los instrumentos de navegación totalmente averiados. Pero la Naval insiste en saber exactamente la posición correcta para tener una visualización y poder rastrear. Después del nerviosismo y la euforia, notifico que a bordo se encontraban 64 personas y que había sido divisado un buque de gran calado a estribor de la M/M y se desconocían su identidad por estar lejos. El incidente se reportó a la Naval, para confirmar si era de la costera norteamericana. Ellos solicitaron que divisaran los colores y observaran si eran de color blanco con rojo. Transcurridos un par de minutos, la M/M informa que se trata de un carguero de contenedores con el nombre DEL MONTE. Posteriormente se divisaron otros barcos a proa, pero estaban a mucha distancia y no pudieron ser identificados. HP1-DAV le informa a la KC4-CLO que transmitiera si se trataba de un barco español, y de ser así, solicitaran vendas, gazas, medicinas, botiquín para limpiar a los heridos. Pero esta información por motivos de comunicación y el constante ruido de muchas estaciones que estaban interfiriendo la frecuencia no fue captada por la M/M.

La KC4-CLO (Nelson) pidió a las estaciones que estaban transmitiendo que se mantuvieran a la escucha. Mientras transcurría la emergencia de la M/M René Bedia Morales, solamente deberían escucharse las tres estaciones autorizadas para este tipo de situaciones y al ser las que tenían el control, sus informaciones eran las que debían ser transmitidas al cien por ciento a la M/M (Móvil Marítima), porque ya se estaban acercando los guardacostas. La Naval notificó que transmitiera con prioridad un conteo de 1 a 20 y de 20 a 1, para poder ser localizados mediante un monitoreo. Una vez que la Moto Arenera (M/M) realizó el conteo regresivo, se le hizo saber que había mucho ruido en la frecuencia y tenían que permanecer en silencio todas las estaciones, para poder copiar el conteo que solicitaba la Naval, ya que los aviones estaban tratando de localizar la posición exacta de la M/M René Bedia Morales para proceder a su rescate.

Se le pidió a Juan que contara nuevamente y se obtuvo una referencia relativa de la posición de la M/M. Se divisó un avión de gran tamaño de color blanco con la punta roja. Era de los U.S. Coast Guard. Luego la Naval a través de la red de emergencia notificó que se lanzaran luces de bengalas, sí tenían. La M/M respondió que tenían luces de bengala en su poder y las iban a lanzar. Pero la Naval ordenó que no las lanzaran hasta segundo aviso. La M/M seguía el rumbo que el avión le señalaba. De forma desesperada, se notificó a HP8-DCF (Carlos) que por favor trataran de apresurar el auxilio a los heridos más graves, entre ellos el del cuello que estaba teniendo convulsiones y se encontraba a punto de morir. De inmediato, la información fue transmitida a la KC4-CLO (Nelson) para que este transmitiera a HP1-DAV y de allí a la Naval, para que tomara cartas en el asunto.

Las instrucciones recibidas fueron que emprendiera nuevo rumbo 040 grados, pues ahí se encontrarían con los guardacostas en un lapso de 40 a 45 minutos y a bordo venían médicos y especialistas que se encargarían de brindar la atención urgente y necesaria a los heridos y al resto de los que iban en la M/M. La Naval ordenó que las personas que se encontraban en mejores condiciones, limpiaran el área por donde se evacuarían a los heridos, tan pronto el helicóptero bajara la camilla. También preguntaron cuántas bengalas tenían y el M/M respondió que teníamos tres bngalas. Y le pidieron a la M/M que lanzara una bengala en dirección frontal del barco, para que fuera divisada por el U.S. Coast Guard.

La estación N4-LDG (Luis) interrogó a HP8-DCF para que localizara a la M/A de Hermanos al Rescate, porque tenía un mensaje urgente para la Móvil Aérea (M/A). Fue negativa la localización del avión pues ya había aterrizado por orden del U.S. Coast Guard. Todo el operativo finalizo a las 9:10 am hora H.P (Panamá). El avión de Hermanos al Rescate con la estación KB4-TFF (Osvaldo) dio los respectivos agradecimientos a todas las estaciones que participaron en el operativo, entre ellas la estación HP1-DAV (Álvaro). Osvaldo le dictó sus coordenadas y teléfono para ponerse en comunicación posteriormente. KC4-CLO (Nelson) posee la grabación de todo lo ocurrido durante la emergencia.



Un inmenso sentimiento de felicidad contagiaba a todos aquellos héroes. El calificativo de héroe es el que se merecen estos hombres y mujeres, que durante toda una noche, a base de cojones y ovarios, libraron no solo contra un enemigo muy superior, si no también contra la lluvia, el frío y la falta de alimentos.

Recuerdo que mis hijas y mi esposa me abrazaron y besaron. Comenzaron a filtrarse los primeros rayos del sol. De nuevo sentí la vida. De nuevo sentí mi sangre correr por las venas. Todos habíamos vuelto a nacer. Seguí contemplando el oceáno y me percato que estoy en un trance de felicidad. Los abrazos, risas y llantos de alegría en aquel momento no me distrajeron de lo que en ese momento en el mar estaba viendo.

Como si fuera un mensaje de solidaridad, estábamos siendo custodiados por un grupo enorme de delfines que nadaban sumergiéndose y saliendo sincronizadamente alrededor de nuestro barco. Un espectáculo único, la naturaleza celebraba junto a nosotros. Una señora que llevaba a bordo sus símbolos religiosos, del camarote trajo un ramo de flores y lo lanzó al mar, mientras agradecía a Yemayá, patrona de Regla, mi pueblo.

Juan Felipe
Foto inicial: Yindrys y Yamilé Felipe Rodríguez, en junio de 1994, en La casa del balsero cubano de Miami.

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