lunes, 16 de octubre de 2017

Negocios "batistianos" en la Cuba de Díaz-Canel



La circulación, en los medios alternativos de prensa, de un video en el que aparece el vicepresidente Miguel Díaz-Canel, mostrándose como un temible censor, ha provocado cierta agitación, toda vez que muchos cubanos lo dan por candidato seguro al poder, cuando Raúl Castro dé un paso al costado en 2018.

Recientemente se supo que la grabación filtrada es de hace seis meses. Por tanto, toda controversia parece extemporánea. Sin embargo, el ostensible ataque del funcionario al sector privado, criticando un estilo decorativo que, según él, “es alegórico a la era del dictador Fulgencio Batista”, motivó al equipo de CubaNet a indagar sobre la tendencia -apreciable en varios negocios- de recrear el ambiente bohemio de épocas pasadas, en particular la década de 1950.

Varios restaurantes y bares de La Habana han escogido el estilo vintage o retro para ofrecer una imagen moderna y cosmopolita que atraiga al turismo. Muy de moda en la arena internacional, la decoración vintage consiste en retomar accesorios que poseen cierta edad y con el paso del tiempo son revalorizados, aunque no se cataloguen precisamente como antigüedades.

En el caso de Cuba, muchos de los objetos rescatados provienen de la etapa republicana (1902-1958), y nos remiten al único referente de modernidad y progreso que han conocido los cubanos.

Numerosos turistas viajan a conocer una isla “detenida en el tiempo”, donde coexisten las construcciones coloniales y el desarrollo de la arquitectura en la primera mitad del siglo XX.

A pesar del socialismo, la Cuba republicana palpita en la permanente caravana de autos antiguos que inunda la ciudad; emite guiños sutiles a través de marquesinas obsoletas que identifican lugares otrora distinguidos y transpira su esplendor vanguardista en la diversidad de estilos arquitectónicos que hicieron furor en los años 50.

No hay que colarse en un bar para saber que alguna vez Cuba estuvo en la senda del progreso y La Habana fue una de las urbes más publicitadas y cosmopolitas de América Latina.

Lo interesante en la decoración en estos bares y restaurantes es que propietarios y diseñadores se las han ingeniado para hacer funcionar un eclecticismo a pequeña escala que estéticamente resulta muy agradable.

Junto a símbolos conocidos como Coca Cola, Harley-Davidson y Marilyn Monroe, figuran utensilios de farmacia, pinturas, radios soviéticos VEF, recortes de las revistas Carteles y Bohemia, recuerdos de familia o exhibir billetes y corbatas antiguas.

La pataleta del vicepresidente, aunque no ha tenido mayores consecuencias, no fue provocada porque considerara que detrás de estas soluciones decorativas hubiera una ideología pro-yanqui. Se expresó así por pura ignorancia. Como dirigente político, Díaz-Canel carece de sensibilidad artística y no se interesa por las tendencias de la moda. Ni tampoco comprende que el garbo que a pesar de sus ruinas aún conserva La Habana, se debe precisamente a los años de Cuba como República.

Los barbudos que bajaron de la Sierra Maestra en enero de 1959 encontraron una capital espléndida. Su única preocupación, en lo adelante, sería destruirla. Y lo hicieron a conciencia. Escogieron hacer un socialismo con sobredosis de propaganda política, sin un ícono que remitiera a tiempos mejores.

Tal vez dentro de medio siglo, las pegatinas con la imagen de Fidel Castro, repartidas tras su muerte en tiendas, farmacias y escuelas, sean convertidas en portavasos y los turistas, escépticos, se pregunten, si de verdad hubo socialismo en una islita del Caribe.

Hoy, la magia de La Habana descansa en su impronta de metrópolis exuberante, glamorosa e insomne, heredada de la etapa republicana. Es el espíritu que bares y restaurantes se han esforzado en rescatar a través del estilo vintage.

Ana León y Augusto César San Martín
Cubanet, 30 de agosto de 2017.

1 comentario:

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