lunes, 23 de enero de 2017

El reguetón y el espíritu de los cubanos


Mi amigo Raymel Capote, arquitecto de baja intensidad y filósofo por cuenta propia, insiste en que el pueblo de Cuba no le ha agradecido lo suficiente a José Luis Cortés por la música que nos regaló durante el Período Especial.

Argumenta que El baile chino es un tema lo suficientemente críptico y bizarro como para apartar a la erosiva cotidianidad de nuestro pensamiento. Yo debo admitir que ahí tiene un buen punto.

Extrapolada a los días que corren, esa razón por sí sola basta para afirmar que sí, que es cierto, que nos han ganado, que “hay reguetón pa’rato”, porque también nos aparta de la erosiva cotidianidad.

Mi teoría es simple: este es un país en el que hemos hecho del sacrificio un objetivo y no un medio, en donde no solo pasamos trabajo para lograr las cosas, no solo pasamos trabajo para NO lograr las cosas, sino que ensalzamos el trabajo que pasamos, lo colocamos en un pedestal, demostrando que el Cornudo y Apaleado de Bocaccio es un texto de suprema vigencia. En este país, el viaje a una vida llana y hedonista que nos ofrece el reguetón es necesario para quien no puede o para cuando no se puede más con la realidad.

Piense por ejemplo en ese tema de Ramón Lavado Martínez, alias El Chacal (cantando en featuring con su alter ego malvado Luis Javier Prieto Cedeño, Yakarta):

En eso consiste la noche
En hacer el sexo después que la disco se acaba
Quédate callada, no me digas nada.

Llano, directo, preciso… En verdad no queda nada por decir. Todo el que emplea la noche para andar haciendo guardias, confeccionando artículos manufacturados o resolviendo los grandes problemas de la Física moderna necesariamente se sentirá bastante tonto a la altura de la segunda repetición del estribillo. Porque la noche no es para nada de eso.

De hecho, si juzgamos a partir de una saga de audiovisuales de factura amateur destinados al entretenimiento para adultos que han circulado de flash en flash y de Zapya en Zapya, el señor Chacal no se limita a cantar y predica con el ejemplo.

Y está el ejemplo legado por Roberto Hidalgo Puentes y Daniel Muñoz Borrego (Yomil y el Danny para los legos), en su disco debut Doping:

Te paso a buscar pa’ irnos por ahí
Te quiero invitar todo va por mí
No lo pienses más, solo di que sí
La vamo’ a pasar de ...

Con los problemas de transporte que tenemos en este país, basta el “te paso a buscar” para derretir al más endurecido de los corazones.

El reguetón cala dentro del espíritu independiente del cubano, o de su ausencia de él, o de su deseo de él: no pretendo pasar por sociólogo. Es un ritmo que ofrece mercancía de alto valor, un universo paralelo en el que las cosas son como quisiéramos.

Aporto un último argumento: piense en los términos y expresiones que la Lengua Española y el habla coloquial cubana han acuñado para referirse al acto de hacer lo que se nos antoja. ¡Pues al reguetón no le son suficientes! De hecho, tiene que llevar el concepto a un nivel superior, generar nuevas categorías como “Alamailó” o “Alafockinnigga” que se refieren, no a un evento puntual, sino a un lapso de tiempo indeterminado (que se sugiere todo lo largo posible) en el que hacemos solo lo que nos da la gana.

El truco yace en que el concepto detrás del término resiste a la crítica, a la razón, al análisis del musicólogo, a las pataletas del político y a las lecciones de moralidad del casto; porque, usted que me lee, dígame si no es rico, rico, delicioso, el salirnos con la nuestra, pasarla a buscar, irnos por ahí, dársela, salir por ahí pa’llá. En ese orden.

Es por eso que digo que la antítesis del reguetón no es la música de cámara (de hecho Mozart no puede ser más sospechoso) sino la canción protesta, neurótica y enchufada, comprometida, abstemia, militante y vegetariana. Reprimida dentro de los cánones de su propio kit de moral y buenas costumbres, enamorada platónica y planificadora familiar.

Un buen modo de acabar con el reguetón (esa “solución final” que deja sin sueño a un par de funcionarios ministeriales) sería obligarlo a no ser, a negarse, a cantar sobre reciclaje y el cuidado de las especies en peligro, sobre la prevención del embarazo precoz y el desarrollo turístico sostenible. Transformar, en el más megalítico anticlímax de la historia de la música cubana, al prosaico y erógeno de Hyde en un anodino y descafeinado Jeckyll.

Ariel Causa
On Cuba Magazine, 7 de julio de 2016.

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