jueves, 4 de agosto de 2016

Cuba: rebajas y Síndrome de Estocolmo


Algunos sábados por la tarde, Maritza, 56 años, maestra de primaria, lleva a su nieta al bullicioso Centro Comercial de Carlos III, justo en el corazón de La Habana.

Espera el ómnibus de la ruta P-6 o P-9 en la parada de Diez de Octubre y Acosta. Luego de media hora de viaje, se bajan en Reina y Belascoaín y caminan unas tres cuadras hasta el complejo de tiendas. En su bolso, 30 pesos convertibles, que reunió "vendiendo durofrios por la izquierda e impartiendo repasos de historia".

Desde que era una adolescente, Maritza se aficionó a recorrer tiendas del centro de la ciudad: Ultra, Fin de Siglo, La Época o el Ten Cent de Galiano. Le gustaba probarse ropas y zapatos o simplemente mirar tras las vidrieras cosas que no podía comprarse.

“Ir a las tiendas es hoy un pasatiempo para muchas mujeres. Comprar, bien poco, algo de pollo o medio litro de aceite. Pero al menos yo veo artículos que jamás podría adquirir con mi salario”, dice Maritza.

Un día antes de las rebajas decretadas por el Estado, el 22 de abril, por una vecina la profesora habanera se enteró de la lista de 71 alimentos y golosinas que se devaluarían hasta un 20 por ciento.

“Mi salario de 530 pesos lo dedico a los gastos de la casa, pero con el dinerito que hago en un mes, de 25 a 30 chavitos (cuc), suelo comprar muslos de pollo, salchichas de pollo, picadillo de pavo, hígado de res, aceite vegetal, un poco de aseo y una bolsa de leche en polvo, el único lujo que me doy”. Maritza sacó cuentas. Y vio que se podía ahorrar 3.70 cuc.

"Con ese sobrante, monté a la niña en tres aparatos electrónicos, a 0,25 centavos cada uno, le compré un paquetico de galletas dulces, caramelos y con los 2,40 cuc restantes, comimos pan con hamburguesa y tomamos refresco dispensado. Esas rebajas son insuficientes, pero me sentí bien por haberle podido comprar algo a mi nieta", confiesa.

Las rebajas en alimentos de mucha demanda en la mayoría de la población, no provocó una avalancha de personas haciendo colas o compras desaforadas. En el mercado del Mónaco, barriada al sur de la capital, Lorena, cajera, comenta que las ventas del viernes y sábado se dispararon entre un 10 y 12 por ciento.

“Pensé que las ventas iban a ser mejores. Como siempre, lo más vendido fueron aceite, pollo, salchichas y confituras. También cerveza, aunque ese producto no entra en los descuentos”, subraya.

En Galerías Paseo, a un costado del hotel Meliá Cohíba y a tiro de piedra del malecón, la concurrencia fue mayor el fin de semana. Los mercados de alimentos, las tiendas por departamentos y las cafeterías estaban atiborrados.

Según Josué, directivo del complejo, es “normal que sábados y domingos vengan muchos usuarios. En el Vedado el poder adquisitivo es más alto. Vienen buscando materiales de construcción, ropas de marcas y comidas específicas. Los cuentapropistas adquirieron grandes cantidades de los alimentos rebajados”.

En Miramar, en el Centro Comercial Comodoro, Delia, lunchera de una cafetería, explica que “a estas tiendas, que son carísimas, no suelen venir los que cuentan el dinero por centavos. Este es un sitio para pinchos (altos funcionarios del régimen), artistas, deportistas y jineteras de calibre”.

En los quiscos por divisas desperdigados por toda la ciudad, donde sí se ofertan artículos de alta demanda popular, las ventas subieron hasta un 50 por ciento. “El sábado vendí casi 3,500 cuc. Por lo regular, aquí se vende dos mil y pico. La gente cargaba con paquetes de muslos de pollo, salchichas, hígado de res y botellas de aceite de medio litro y un litro”, señala David, cajero de un quiosco en La Víbora.

Casi todas las personas consultadas aprueban las rebajas, esperan que no exista déficit en su comercialización y próximamente en el listado se incluyan otros productos.

“Sobre todo ropa y electrodomésticos. Un televisor de plasma de cuarta categoría esta gente (el gobierno) lo vende dos veces más caro que en Panamá o Miami. Y la ropa es carísima y de mala calidad”, apunta Reinier, mientras bebe cerveza Bucanero en el Pain de París de la Calzada Diez de Octubre.

Gretell, economista, considera que los cubanos padecen de mala memoria y una reacción psicológica conocida como Síndrome de Estocolmo. “Desde 2004, alimentos, aseo, ropa y electrodomésticos han subido su precio entre un 30 y un 35 porciento. A eso añádele el impuesto del diez por ciento al dólar estadounidense, que es la moneda que recibe la mayoría por concepto de remesas. Ahora, con estas rebajas, nadie se acuerda de eso”.

El poder adquisitivo de un billete de 100 dólares en el año 2000 equivale a 65 dólares en 2016. Quizás menos. En las tiendas minoristas de nada ha servido la caída de precios de alimentos en el mercado mundial.

Para Guillermo, de la firma TRD Caribe, el “gobierno aún tiene un amplio margen de maniobra y pudiera hacer rebajas de mayor calado. Cada producto que se vende en las tiendas tiene gravámenes entre el 240 y el 450%. Estas rebajas son solo un pellizco”.

El gran problema es que se rebajan alimentos en una moneda que la mayoría de los ciudadanos no recibe como salario, pensión por invalidez, asistencia social o jubilación. Los que cobran en moneda dura en puestos estatales ganan entre 10 y 35 cuc al mes por concepto de estimulación salarial. Solo el 0,5% de los trabajadores, sean emprendedores privados o empleados de firmas extranjeras, devengan salarios superiores a 300 dólares mensuales.

Pero cubanos como la maestra Maritza, ya olvidaron las reiteradas subidas de precios del Estado hace unos años. Y regresa a casa con su nieta y una jabita de nylon con galleticas y caramelos. No es que sea completamente feliz, pero es lo que más se le parece.

Iván García
Foto: Joven muestra el folleto con nuevos precios distribuido por la empresa estatal Cimex el 22 de abril de 2016. Tomada de Cubanet.

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