lunes, 9 de mayo de 2016

Heberto Padilla continúa vivo



Ahora que está de moda viajar a Cuba con nostalgia, ambición, curiosidad o simplemente para pasearse sin peligro por un museo vivo y latente de la pobreza y la represión, es bueno releer al poeta Heberto Padilla, que hace 45 años fue a parar a la cárcel por denunciar esa realidad tanto en su poemas hondos y directos como con la ironía y el humor de guajiro de Puerta de Golpe, el pueblo de Pinar del Río donde nació en 1932.

El poeta de Fuera del juego cayó en una celda en 1971 y sólo en 1980 pudo salir al exilio en Estados Unidos. Durante esos nueve años se ganaba la vida como traductor de poesía, pero ejercía, en realidad, el oficio de fantasma sin rostro, de sombra peligrosa y hombre difícil como enemigo del pueblo.

La prisión de Padilla produjo la primera ruptura importante entre la intelectualidad de América Latina y Europa con el régimen cubano y, aunque con el paso de los años muchos de los que apoyaron al escritor volvieron a los cálidos brazos del comunismo, aquellas semanas de encierro junto a su esposa la poetisa Belkis Cuza Malé y una típica autocrítica estalinista, dejaron clavada la verdad sobre la libertad y la soberanía individual bajo el paraguas agujereado de Fidel Castro.

Lo cierto que es que el llamado caso Padilla puso en crisis la fidelidad y la ingenuidad de muchos escritores y artistas progresistas extranjeros que creyeron de buena fe en el proceso cubano. Y, también es cierto, que a sus compatriotas que compartían la geografía de la isla y el mosquitero de la dictadura, les puso un mensaje de advertencia y unas líneas claras que marcaban las fronteras del miedo a la represión.

Con su lucidez, su valor personal y su talento, Padilla dejó sin disfraz y con la pistola en la mano a quienes se presentaban como salvadores de los pobres y de los marginados y, con todos sus sufrimientos y agobios, continuó su labor en el exilio hasta que se le paralizó el corazón una noche de septiembre del año 2000 en Aubum, Alabama.

El gobierno cubano y sus sirvientes de todas las latitudes trataron siempre y tratan todavía de disminuir su figura con ataques personales y miserias de esas categorías, pero el poeta le hizo el retrato definitivo y claro a la dictadura y el grupo de poder se encarga todos los día de parecerse a esa foto. Contra su obra no pueden decir nada porque se sabe que con sus poemas críticos y sin ellos, el poeta de El justo tiempo humano tiene un espacio fijo en la poesía de su país y en la literatura que se escribe en lengua española.

Guillermo Cabrera Infante, su viejo amigo de La Habana y del exilio, lo recordó de esta manera en el 2000: "Su muerte lo que nos deja es tristeza porque ha muerto, además de un buen hombre, un poeta importante. Y eso es lo lamentable: que no habrán más poemas de Heberto Padilla, con su extraordinaria manera de versar".

He leído por ahí que el único signo mágico que provoca la represión política es la invisibilidad. A Padilla nadie lo quería ver. Sus amigos, los jóvenes que amaban su poesía, los vecinos, los compañeros de la escuela primaria y del bachillerato se quedaban ciegos cuando el escritor pasaba por la calle junto a su mujer y, en muchas ocasiones, escoltados por los temblores de Virgilio Piñera, el hombre que más miedo tenía en Cuba pero que nunca le alcanzó para dejar sólo al poeta.

Con estos versos de Padilla quiero rememorar los 45 años de su ingreso en una cárcel, la vigencia de su rebeldía y la eternidad de la emoción de sus versos: Entre marzo y abril está mi mes más cruel/ Apretado a tus brazos/ ascua feliz/ el más tierno y salvaje/ te dije: estos tienen que ser los brazos del amor./ Puse tus ojos y tus labios abiertos/ debajo de los míos/ y caímos cantando en el sofá/ fue la última vez que pudimos amar sin sobresaltos.

Raúl Rivero
El Mundo, 22 de marzo de 2016.
Foto: Tomada de El Mundo.

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