viernes, 18 de marzo de 2016

De la reforma agraria de Fidel Castro a los mercados vacíos



El 17 de mayo de 1959, Gilberto Ante (Manzanillo 1925-La Habana 1991) fue uno de los pocos fotógrafos que con su cámara pudo captar uno de los grandes momentos de la revolución: la firma de la ley de reforma agraria. El problema de la tierra era una de las grandes preocupaciones de Fidel Castro antes de su llegada al poder.

En 1953, durante el juicio por el asalto al cuartel Moncada, en su alegato de autodefensa conocido como La historia me absolverá, Castro dijo:

"Si Cuba es un país eminentemente agrícola, si su población es en gran parte campesina, si la ciudad depende del campo, si el campo hizo la independencia, si la grandeza y prosperidad de nuestra nación depende de un campesinado saludable y vigoroso que ame y sepa cultivar la tierra, de un Estado que lo proteja y lo oriente, ¿cómo es posible que continúe este estado de cosas?"

La ley de reforma agraria se firmó en el bohío del campesino Julián Pérez, en La Plata, Sierra Maestra. En la foto de Gilberto Ante, junto a Fidel, varios miembros del Gobierno Revolucionario, entre éstos el economista Oscar Pinos Santos (sentado en una esquina, con espejuelos y reloj) y Antonio Núñez Jiménez, presidente del Instituto Nacional de Reforma Agraria (a la izquierda, con boina).

Todos ellos darían los toques finales a una ley de reforma agraria que expropió los grandes latifundios y se convirtió en la primera medida legal de carácter radical del Gobierno Revolucionario. El 4 de octubre de 1963 se aprobaba una segunda ley de reforma agraria, la cual en opinión de especialistas en el tema, marcó el inicio del desastre de la agricultura en Cuba.


Entre aquella foto en blanco y negro y ésa en colores que yo hice en un agromercado habanero, han pasado 57 años. Y menos de una semana de mi visita al mercado mayorista El Trigal, situado en un antiguo almacén, en el municipio de Marianao, cerca de la autopista que conduce a Pinar del Río.

El Trigal surgió en el otoño de 2010, tras la flexibilización de ciertas normas que rigen el sector agrícola. Ofrece viandas, hortalizas y frutas frescas y el comprador puede regatear los precios directamente con el vendedor.

Muy temprano en la mañana, Alejandro, dueño de una paladar en la Habana Vieja, trata de negociar con un camionero que intenta venderle ají cachucha, tomates y piñas a precios que considera muy caros. "Mira, cada tres días te puedo comprar 100 libras de frutas, hortalizas y viandas. Hagamos un trato. Junto con otros dueños de paladares y cafeterías, podemos comprarte los dos camiones de productos agrícolas que tú traes".

El camionero llega a un acuerdo y reajustan los precios. Con un grito despierta a dos ayudantes que duermen en el techo del camión, para que le ayuden a descargar. En el trato no hizo falta notario ni firmar un contrato. En El Trigal, todavía la palabra de un hombre es suficiente para negociar.

La mercancía proviene de provincias aledañas como Mayabeque o Artemisa, aunque también llegan desde provincias a cientos de kilómetros de la capital. Son transportadas por los propios campesinos, cooperativistas o intermediarios que compran miles de kilogramos para revenderlos al por mayor en La Habana.

Desde noviembre de 2015, la tendencia de los alimentos en este mercado mayorista es al alza. Los dueños de pequeños negocios gastronómicos van personalmente, como Alejandro, o envían a un marchante para que escojan y compren vegetales y frutas de estación.

Otros asiduos al Trigal son los vendedores ambulantes o carretilleros, que por los barrios ofrecen verduras, frutas, frijoles, cebollas, tomates, cabezas de ajo... Pero desde el 18 de enero, el gobierno les prohibió seguir vendiendo productos agrícolas por las calles de la ciudad. ¿El pretexto? Que venden muy caro. Al gobierno no le importa que sea un servicio que beneficia a la población, sobre todo a las personas mayores. Por eso algunos carretilleros siguen viniendo al Trigal.

Es el caso de Tomás, quien después de escoger unas cuantas libras de malanga, pepino y boniato, dice: "Vengo dos veces a la semana. Compro buena mercancía y luego la revendo por el Vedado. A cada libra le gano dos o tres pesos, no más".

En estos días lluviosos de un inusual mes de enero en el occidente de la isla, en el mercado de Marianao se nota el desabastecimiento. “Hace cuatro meses llegaban más de 200 camiones diarios. Ahora están llegando 40. Se rumora que han decomisado camiones cargados de viandas y hortalizas y luego les han exigido bajar los precios”, señala un trabajador.

Marc Frank, corresponsal de Reuters, reportaba que "en Ciego de Ávila, el Estado va a reanudar la vieja estrategia de comprar y transportar todos los cultivos una vez que reciba más vehículos del gobierno central". Ya en la provincia Artemisa, considerada el granero de La Habana, en un mercado de esa localidad se puso en marcha un proyecto piloto a precios bajos y fijos

Según Tribuna de La Habana, igual que se hizo en Artemisa, en 105 distritos habaneros se abrirán establecimientos de alimentos básicos a precios controlados por las autoridades. Trabajadores, otro medio oficial, iba más allá y planteaba la urgencia de "contratar todas las cosechas y lograr que éstas lleguen a sus destinos sin intermediación de especuladores que llevan los precios al cielo".

En opinión del periodista independiente Orlando Freire Santana, "los mercados que funcionan bajo el sistema de oferta-demanda, y que son abastecidos por comercializadores privados, presentan un surtido más variado y de mayor calidad. El cubano de a pie, sobre todo el que no se deja engatusar por el discurso oficialista, es consciente de que, si se materializa la embestida contra los 'malvados intermediarios', podría sobrevenir una hambruna como la del período especial en los años 90. Sería peor el remedio que la enfermedad".

La escasez ha disparado los precios. “El año pasado yo gastaba 1,200 pesos al mes (alrededor de 50 dólares) en viandas, vegetales y diez libras de carne de puerco. Ahora para adquirir lo mismo necesito 1,500 pesos (65 dólares). Si esto no es una crisis que venga dios y me lo diga”, dice Orquídea, ama de casa que suele comprar en agromercados del municipio Cerro.

El desabastecimiento puede crear cuellos de botella en la industria. “En los próximos meses se producirá un déficit que ocasionará un alza de precios en la elaboración de puré de tomate y frutas en conserva”, expresa un funcionario del ramo de la alimentación.

Según Carlos, economista, el gobierno se verá obligado a reajustar sus gastos en la compra de alimentos en el extranjero. “En 2015 se gastaron más de dos mil doscientos millones de dólares. Para 2016 se calculaba que gastarían menos de dos mil millones, pues con una inversión de 90 millones de dólares en la agricultura, el Estado pensaba sustituir importaciones de alimentos. Pero ante las raquíticas producciones agrícolas, tendrán que desembolsar más dinero”.

El desabastecimiento llega también a las shoppings o tiendas por divisas. “No hay variedad de alimentos. Los de menor precio, como las salchichas de pollo y el picadillo de pavo, cuesta trabajo conseguirlos", acota Migdalia, mientras rastrea en los anaqueles de Ultra, una de las grandes shoppings de Centro Habana.

Los cubanos se preguntan por qué, justo ahora que Cuba restableció relaciones con Estados Unidos, un peso pesado en la exportación de alimentos, no hay un mejor surtido en las tiendas por divisas.

A pesar que los precios de la mayoría de los alimentos han caído en el mercado mundial, la pobre capacidad de compra del régimen no ha podido frenar el déficit en las producciones procedentes de la agricultura, ganadería e industria alimentaria.

La clave de las precarias cosechas, según analistas, es estructural. Una fiscalización desmedida del Estado, precios de acopio irrisorios y altos costos de venta de fertilizantes, semillas, aperos de labranza y combustible a campesinos privados (producen el 70% de las cosechas), son algunas de las causas.

Si usted recorre los campos en Cuba observará miles de hectáreas repletas de marabú, vacas que mueren por hambre o sed y tierras sin roturar. “Cuando el gobierno deje de meter las manos en la agricultura se resuelve el problema de la comida”, afirma un campesino de Sancti Spiritus de visita en la capital.

Aunque para muchos ésa es la solución, no creo que lo sea para quienes en su día creyeron que la reforma agraria de Fidel Castro y su Gobierno Revolucionario iba a ser capaz de desarrollar la agricultura y aumentar los 6 millones de cabezas de ganado vacuno que había en Cuba cuando los barbudos llegaron al poder.

Iván García
Hispanopost, 24 de enero de 2016.

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