miércoles, 1 de abril de 2015

La cara oculta de la sociedad cubana







En total abandono, con la desesperanza traducida en hambre y miseria, sobrevive en su humilde choza de costanera y piso de tierra, la anciana Cruz García Rodríguez, de 73 años.

Para ella, la vida es más dura que para el resto de sus vecinos en la zona más marginal del barrio de Florat, en la ciudad de Camagüey, a unos 500 kilómetros al este de La Habana.

Cruz comparte sus vicisitudes con su hijo Noel Ruiz García, 37 años, quien padece Síndrome de Down severo. Noel no se vale por sus propios medios y requiere de ayuda para las realizar las necesidades más elementales.

Aunque parezca insólito, con macabra alevosía, la "revolución de los humildes y para los humildes", a esta mujer le ha retirado la mínima chequera que tenía asignada, de 60 pesos mensuales (unos 2 dólares).

Cruz vive en la calle José Miguel Gómez No. 590-E entre 2da y 4ta Paralela. Frente a su hogar de techo de tejas negras de cartón, al no existir alcantarillado, pasa una zanja de desechos sólidos que se desborda cuando llueve y penetra en la vivienda, formando en el piso de tierra una costra de heces fecales humanas y de animales. Además de ser un foco de infección, demora varios días en secarse.

La humedad diaria, que ya de por sí es nociva, aumenta en días lluviosos. Cuando visitamos su choza, la señora apenas podía hablar, por la afección que tenía la garganta. Con gran dificultad nos dijo: “No tengo ropa ni comida para mí ni para mi hijo. Tampoco un tanque para almacenar agua, he ido a varios lugares a pedir ayuda, pero me dicen que no hay recursos”.

Le pregunté por qué no iba asistía a un comedor comunitario y respondió: “No tengo los 5 pesos diarios que se necesitan para pagar esas comidas, que no son gratis. Conseguí recursos y acudí algunas veces, pero como no podía ir a menudo, cuando volví, me habían dado baja.”

Su hijo discapacitado duerme en una camita personal sin colchón, sólo trapos viejos y papel lo aíslan del frío hierro de la cama. Como escaparate tienen una tela de mosquitero, que cubre las pocas ropas y solo sirve para protegerlas de las miradas indiscretas. No tienen refrigerador ni muebles.

A pesar de haber visto otros casos iguales o parecidos, publicados en internet, que sacan a la luz la realidad de cómo vive una parte del pueblo cubano, mientras un grupo goza de privilegios y saquea el país, describir con palabras las penurias en que viven esta mujer y su hijo resulta doloroso.

El decoro de cientos de miles de ciudadanos se ha ido perdiendo, devorado por la paupérrima situación de sus vidas. La nación debiera llorar ante tanta desgracia.

Daneibys de la Celda Duany
Fotos: Maikel López Sotomayor
Camagüey Press, 5 de marzo de 2015.
Leer también: Un corazón limosnero.

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