miércoles, 19 de noviembre de 2014

Siguen los negocios clandestinos



Ha pasado un año desde que Manuela tuvo que cerrar su negocio de cine 3D tras el ucase del gobierno prohibiendo la exhibición de filmes con la nueva tecnología.

Ya no se anuncia con un cartel lumínico en el garaje de su casa. Discretamente ha pasado a la clandestinidad. “No tengo la clientela que tenía antes, pero sigo operando. Los usuarios, por lo general niños y jóvenes, me llaman y contratan el servicio. Tengo tandas de hasta 12 personas. Cobro igual, un peso convertible por filme y un peso convertible por un refresco de cola y un tazón con rositas de maíz”, apunta Manuela.

Daniel también mantiene activa su sala 3D los fines de semana. "Tengo que recuperar los 3 mil dólares que invertí en una pantalla plana de 70 pulgadas en 3D, dos equipos de climatización y la adaptación de una habitación para cine”.

En el otoño de 2013, el régimen de Raúl Castro prohibió los cines 3D y las ventas de ropa al detalle. Medidas tremendamente antipopulares.

En las esquinas, las colas o en viejos taxis, la gente discrepaba de esas medidas. En el caso de la ropa, tenía un marcado carácter monopolista.

Los negocios privados de prendas de vestir crearon un gran número de compradores, gracias al buen trato, mejor calidad, precios y condiciones de pago. En Cuba no hay nada más parecido a un atraco que las tiendas estatales en moneda dura.

Venden con gabelas que flotan entre el 240 y 450%. Además de impuestos abusivos, un porcentaje alto de la mercancía es de pésima factura. En los centros comerciales de La Habana aun se venden antiguos televisores de pantalla plana de 32 pulgadas en 700 cuc, unos 800 dólares. Lavadora automáticas chinas en más de 500 y en 900 dólares refrigeradores sudcoreanos fabricados en 2009.

Los compradores no tienen otra opción. A ello súmele la poca profesionalidad y mal trato de los dependientes. Según Erasmo, jefe de un almacén, algunos equipos son obsoletos y su venta comercial es de poco movimiento.

“En nuestros almacenes hay electrodomésticos que llevan años sin venderse, entre ellos televisores chinos ATEC ensamblados en Cuba, con tecnología de hace 30 años, que se venden a 270 cuc. Lo lógico sería que se oferten a precios de costo. Resulta irrentable que equipos viejos ocupen tanto espacio en un almacén. Pero el concepto de buen negocio es una asignatura desaprobada por el gobierno”, indica.

Cuando usted recorre una boutique del hotel Habana Libre, en el corazón del Vedado, o el centro comercial Comodoro, en Miramar, mueve la cabeza de un lado a otro al mirar los precios descaradamente abusivos.

En esas tiendas, un jean y un par de tenis pueden costar el salario anual de un médico o un ingeniero. Esos precios absurdos obligan al cubano de a pie a recurrir a tipos como Norberto, que ofrece una amplia variedad de ropa, calzado, perfumería y jabones de las marcas Palmolive y Camay, las más consumidas en la isla antes de 1959.

Según Yoana, oficinista, “puedes pagar hasta en tres o cuatro plazos, de acuerdo al costo de artículo y además te lo llevan a tu casa”.

En La Habana han ido aumentando las personas dedicadas a vender mercaderías por debajo de la mesa, sin pagar un centavo al fisco. Noel, economista, considera que “es una estupidez del Estado no legalizar esas actividades. Vuelven a tropezar con la misma piedra. Cinco años atrás, vender una casa o un auto eran ilegal, pero la gente lo hacía por la izquierda".

En su opinión, las ventas y servicios privados no se frenan con prohibiciones, por el contrario, deben regularse. "Pero ocurre que los comercios estatales no pueden competir en calidad y precio con los particulares. Por eso recurren a la guillotina fiscal y al cierre de negocios”, afirma Noel.

No son las únicas ventas clandestinas. También se vende queso, yogurt, leche, pescado, mariscos y carne de res, robado a empresas del Estado.

A pesar de las rigurosas normas aduaneras vigentes desde el pasado 1 de septiembre, continúa la venta de pacotilla, artículos de aseo, teléfonos inteligentes, tabletas, ordenadores y electrodomésticos, con facilidades de pago. Casi todo procede de Quito, Panamá o Miami.

Y aunque el lumínico de colores verdes y rojo anunciando el cine 3D ya no está en la puerta del garaje de Manuela, si usted llama con antelación puede reservar una tanda dominical con su familia.

Ver filmes en 3D, en una sala climatizada, tomando refresco y comiendo rositas de maíz, a muchos cubanos les gusta. Incluso si lo prohibe la ley.

Iván García
Foto: Viendo cine 3D en una sala privada en 2012, cuando aún no estaba prohibido. Tomada de Cubanite.

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